En febrero se cumplían dos años del inicio de la invasión rusa en Ucrania. Dos años de guerra, de muerte; dos años de sufrimiento… Dos años de desgaste y destrucción. Y, siendo Ucrania el escenario de destrucción más evidente, no son sus cimientos los únicos que se agrietan. El apoyo de la UE al país invadido, y a la condena unánime al país invasor, se presentaba como una oportunidad de dar sentido a la OTAN, una exhibición de aparente unión entre los países del lado Este del Atlántico, que es más apariencia que realidad.
La Unión Europea lleva tiempo siendo un escaparate de tienda en el que se exponen a la venta unos valores de los que en realidad no hay stock. De cara al público, todo parece cohesión; pero cuando hay alguna discrepancia entre estados miembro, Europa sonríe y les estrecha la mano para la foto, al tiempo que aprieta los dientes y sin mover los labios espeta aquello de “cuando lleguemos a casa hablamos” -al más puro estilo de una mamá en esa reunión familiar, donde todos van vestidos de domingo.
La guerra de Ucrania, ha cogido a Europa con el paso cambiado, y si bien nunca es buen momento para una guerra, esta ha sido de lo más inoportuna para ese plan transición energética y descarbonización bautizado como Net Zero, que ha comulgado como Green Deal y se confirma ahora bajo el Clean Industrial Deal. Doble o nada.
Las tensiones entre Rusia y la UE, han traído consigo cortes y racionamiento del suministro de gas en un momento en el que no estábamos preparados, sacando las costuras a las políticas energéticas europeas. Por momentos, se ha hablado de riesgo en el suministro eléctrico en algunos países, y se ha puesto en entredicho la hoja de ruta hacia una Europa descarbonizada. Pero la respuesta desde Bruselas, ha sido la misma, apretar los dientes y sonreír para la foto, como los pingüinos de Madagascar, al tiempo que, llevándose por delante la competitividad de nuestra Industria, se reafirma el compromiso de la UE con la causa. “Sonreíd y saludad, chicos”.
En estos dos años, hemos visto discutir mucho a papá y mamá. Alemania clamaba contra las nucleares de Francia, y esta contra el gas en Alemania. Von der Leyen, llegó a plantearse aceptar al gas y la nuclear como fuentes de energía verde, ante la falta de alternativas viables. Polonia quemaba carbón si lo necesitaba, y mientras, España no solo cerraba sus centrales térmicas, sino que doblando su apuesta, las derruía, para ver como ahora Alemania recurre al combustible fósil más contaminante de todos. Y, entre tanto, Trump pasea el carrito de su GNL por Europa, cual vendedor ambulante. Cada quien hace su guerra, a la sombra de la auténtica y cruel guerra, la de Ucrania.
Pues en este escenario, llegó un marzo marcado en rojo por enésima vez en el calendario, como el mes de la implantación del formato cuarto-horario en el Mercado mayorista, que exigía el engranaje de todos los operadores europeos. Pero, tal vez tratando de poner en evidencia al resto, o tal vez queriendo alardear de capacidad, España se ha desmarcado de Europa convirtiendo en cuarto-horarias sus subastas locales, haciendo gala de una puntualidad que nunca ha sido nuestra mejor virtud ante los ojos de los europeos. Es la penúltima grieta de esta (Des)Unión Europea, una demostración más de que cuando vienen mal dadas, ¡Sálvese quien pueda!